miércoles, julio 15, 2009

Maximiliano



Todo empezó el Martes 23 de junio a la 3:30 de la mañana.

El plan original, como algunos sabrán, era un parto inducido. Esta inducción iniciaría a las 8 de la mañana, para ello yo debía llegar a la clínica a las 7 de la mañana.

Creo que nadie se imaginó lo que realmente sucedió.

Hay que reconocer que este bebé sólo quería nacer desde siempre. No fue un embarazo fácil. Síntomas de pérdida al mes y medio. De licencia en licencia... mucho reposo. En fin, llegó el tan esperado día. Semana 38 y Maxi estaba listo para nacer. Yo, obviamente, lista para recibirlo.

Martes 23 de Junio

hora 3:30

Me despierto con dolores horribles (contracciones) que se repetían cada 15-20 minutos.

Hora 4:30

Los dolores se repetían cada 5-10 minutos.

Se suponía que tenía que despertar a mi mamá a las 5:15 para que pasara por mi a las 6:15 para ingresar a la clínica a las 7:00.

Hora 5:00

No aguanto más y llamo a mi mamá avisándole sobre las contracciones.

Hora 6:00

Mi mamá llega por mi y yo casi muriendome del dolor...

6:45

llegamos a la clínica. En el camino mi mamá pensaba que yo iba a tener el bebé en el auto, por lo que trataba de recordar dónde estaba la comisaría más cercana (si, jajaja)


7:00

En urgencias. Dilatada en 5.

Mientras tanto... Mauro despertaba a la Isi para llevarla al colegio. Le preparaba y daba su leche. La vestía. Yo, muriendo y gritando del dolor.

8:00

en la sala de pre parto. Llega la matrona. Se pregunta por qué no me han puesto anestesia todavía. Me examina y me confirma que no hay necesidad de inducción y que estoy lista para un parto normal.

8:30

LLega la anestesista. Empieza el peor momento. No podía ponerme la epidural. Yo, con mi inmensa guata y un doctor, una anestesista y una enfermera obligándome a ponerme en posición fetal. Cuando lograron ayudarme y ponerme la ansiada anestesia los dolores aumentaban y, creo que nunca disminuyeron.

A esta hora se preguntaban dónde estaba el padre del bebé y marido de esta señora que se quejaba tanto y lloraba del dolor.

9:00

La matrona me examina y dice que estoy dilatada en 9 y que ya es hora de ir a pabellón. Mauro por fin había llegado. Lo vi y sentí una tranqulidad y una alegría que casi me hicieron olvidar el dolor.
9:25
Nace mi segundo milagro. Lloró. Me lo acercaron y fue maravilloso ver sus ojitos, su carita. Tan pequeñito, indefenso. El sólo hecho de poder abrazarlo y tenerlo me hizo olvidar los dolores. Me recordó que pase lo que pase todo lo vivido valió la pena.